Veían a lo lejos viniendo a su encuentro a dos monjes sobre dos mulos y, por mera casualidad y sin que
existiese relación alguna, detrás de ellos un coche de
lujo, seguramente de una señora importante, tirado
por cuatro caballos. En un abrir y cerrar de ojos, Don
Quijote supo lo que estaba pasando. Los dos monjes
no eran otra cosa que dos encantadores disfrazados
que habían secuestrado a una señora a la cual Don
Quijote, inmediatamente, otorgaba todas la finezas
que a las damas se atribuye. Tal entuerto había que
enderezarlo, esto era igual de obvio como que los
encantadores malvados, a la hora de hacer las cuentas y ser castigados por el brazo justiciero de un
caballero andante, negarían todos los crímenes que
se les atribuían. Por no confesar lo que tan evidente
era, merecían su castigo, que además era necesario
porque de otra manera no se habría podido liberar
a la señora, seguramente una dama muy culta, elegante y fina.
In der Ferne sahen sie zwei Mönche, die auf zwei
Mauleseln auf sie zukamen. Rein zufällig, und ohne
dass irgendeine Beziehung bestanden hätte, fuhr
hinter ihnen eine luxuriöse Kutsche, sicherlich von
irgendeiner hochstehenden Dame, die von vier Pferden gezogen wurde. Im Nu war Don Quijote klar, was
vor sich ging. Die zwei Mönche waren nichts anderes,
als zwei verkleidete Zauberer, die die Dame, die Don
Quijote sofort mit allen den Feinheiten ausstatte, über
die diese gewöhnlich verfügen, entführt hatten. Ein
solches Unrecht musste gesühnt werden, dies war so
offensichtlich wie die Tatsache, dass die zwei Zauberer, als der Moment der Abrechnung gekommen war,
alle Verbrechen, deren man sie anklagte, abstreiten
würden. Da sie nicht gestanden, was so offensichtlich
war, verdienten sie eine Strafe, die ja ohnehin notwendig war, um die Dame, sicherlich eine sehr gebildete,
elegante und empfindsame Dame, zu befreien.
Sin más dilación, Don Quijote desenfundó su espada y con tal furia la había dejado caer sobre el encantado monje, que éste no se habría levantado más
si no se hubiese dejado caer en su mula para evitar
el testarazo.
Ohne zu Zögern zückte Don Quijote sein Schwert
und ließ es mit einer solchen Wucht auf den verzauberten Mönch niedersausen, dass dieser sich nie
mehr erhoben hätte, wenn er sich nicht von seinem
Maulesel hätte fallen lassen, um dem Schlag auf den
Kopf auszuweichen.
Lo que le había ocurrido a Sancho Panza no lo sabemos, a lo mejor tuvo la impresión de que el orden
terrestre no había llegado a estas regiones alejadas y
que el orden celeste no funcionaba muy bien y que
“más vale pájaro en mano que ciento volando”. De
todas maneras bajó de su pollino y comenzó a despojar al fraile que había perdido la conciencia por el
susto. La idea de por sí no era mala, habiendo vivido
el monje toda su vida del trabajo de los campesinos
que le debían pagar el diezmo de su cosecha; pero
para su desgracia, Sancho Panza no se había dado
cuenta de que los dos monjes iban acompañados de
dos mozos y éstos, al ver que estaba desvalijando
al monje, le propinaron tal paliza que quedó con los
huesos magullados. Si está escrito en los libros de
caballería que un caballero tiene que prestar socorro
a su escudero cuando menester fuere, no lo sabemos, pero consta que Don Quijote una vez vencido
el enemigo, ambos en este caso, porque el otro, al
ver a su compañero caer desmayado de su mulo se
había escapado, no se interesó por él, porque más
le urgía presentarse a la dama y oír como ella con
palabras dulces le agradecía su ayuda, que averiguar
si el vencido había quedado vencido. No podía por lo
tanto prestar socorro a Sancho Panza y éste tuvo que
pagar por su imprudencia.
Was mit Sancho Panza los war, wissen wir nicht, er
hatte wohl den Eindruck, dass die irdische Ordnung
nicht bis zu jenem Ort reichen würde und die himmlische nicht richtig funktioniere, und dass ein Spatz in
der Hand besser sei, als eine Taube auf dem Dach.
Auf jeden Fall stieg er von seinem Reittier und begann,
den Mönch, der vor lauter Schreck das Bewusstsein
verloren hatte, auszuplündern. Die Idee als solche
war ja nicht mal schlecht, hatte doch der Mönch Zeit
seines Lebens von der Arbeit der Bauern gelebt, die
ihm von ihrer Ernte den Zehnten abgeben mussten.
Doch zu seinem Unglück hatte Sancho Panza nicht
bemerkt, dass die zwei Mönche von zwei Dienern begleitet wurden und diese verabreichten ihm, als sie
sahen, wie er den Mönch ausraubte, eine derartige
Tracht Prügel, dass er mit gequetschten Knochen
liegen blieb. Ob in den Ritterbüchern irgendwo die
Frage beantwortet wird, ob ein fahrender Ritter seinem Schildknappen zur Hilfe eilen muss, wenn dies
nötig ist, wissen wir nicht, fest steht jedoch, dass es
Don Quijote, nachdem der Feind einmal besiegt war,
in diesem Falle beide, weil der andere Mönch, als er
sah, wie sein Kamerad ohnmächtig von seinem Maultier fiel, flüchtete, sich nicht mehr für ihn interessierte,
es ihn mehr drängte, sich der Dame vorzustellen und
zu hören, mit welch süßen Worten sie sich bei ihm
bedanken würde, als zu prüfen, ob der Besiegte auch
tatsächlich besiegt war. Er konnte also Sancho Panza
nicht zur Hilfe eilen und dieser musste für seine Unvorsichtigkeit bezahlen.
Mientras tanto Don Quijote había llegado al coche
y disponiendo de tantos textos aprendidos de memoria como un político, no uno sino varios para cada
situación que pudiera darse en la vida de un caballero
andante, encontró sin vacilar las palabras justas para
presentarse a un dama noble. Era su discurso discreto y honesto. Le hacía todos los elogios que a una
dama se tributaba ya desde siglos atrás, porque eso
encantaba a veces a la dama a la cual se le hacía y
siempre al corazón del hombre que los profería.
Unterdessen hatte Don Quijote die Kutsche erreicht
und da er über so viele auswendig gelernte Texte verfügte, wie ein Politiker, für jede Situation, die sich im
Leben eines fahrenden Ritters einstellen konnte, nicht
nur einen, sondern mehrere, fand er ohne weiteres
die richtigen Worte, um sich einer adeligen Dame vorzustellen. Es war eine taktvolle und ehrliche Rede. Er
rühmte sie über alle Maßen, wie man es schon seit
Jahrhunderten gemacht hatte, weil dies manchmal
die Dame erfreut, die dergestalt angesprochen wird
und immer das Herz des Mannes, der sie ausspricht.
Mas en una cosa se pasó de la raya. Se atrevió a
pedir, se podría incluso decir que no lo pedía, sino
lo exigía, que la dama fuera al Toboso, para contar
esta hazaña a Dulcinea. El escudero de la dama, al
oír esto y al ver que Don Quijote no dejaba pasar el
coche, lo obligó por la fuerza a que se apartara. En
este caso no hicieron falta las astucias de la locura
para encontrar un real enemigo, porque sin locura alguna esto era evidente, puesto que en ese instante,
el escudero de la dama desenvainó su espada y atacó a Don Quijote.
In einem Punkt jedoch trieb er es zu weit. Er erdreistete sich zu bitten, um es mal genauer zu sagen, er
bat nicht, er befahl, dass die Dame nach Toboso reise, um diese Heldentat Dulcinea zu erzählen. Als dies
der Schildknappe der Dame hörte und als dieser sah,
dass Don Quijote die Kutsche nicht weiterfahren ließ,
zwang er Don Quijote gewaltsam, beiseite zu gehen.
Es bedurfte also in diesem Falle nicht der List der Verrücktheit, um einen richtigen Feind zu finden, denn
dies war hier auch schon ohne Verrücktheit so, denn
der Schildknappe der Dame zückte sein Schwert und
griff Don Quijote an.
Viendo a los dos uno frente al otro con sus respectivas espadas, bajó la dama de su coche y pidió a
Don Quijote que le perdonase la vida a su escudero.
De aquí dedujo Don Quijote que la dama ya lo consideraba vencedor de esta batalla, lo que enterneció
infinitamente el corazón de Don Quijote, porque no
hay nada más dulce en el mundo que ser considerado héroe por una dama tan bella. Obviamente aceptó
dejar vivo a su escudero, si bien como pago la convenció a que pasase por El Toboso y que presentase
honores a Dulcinea, a lo que ella, fuese por miedo o porque sabía, que este loco no podría averiguar si
ella iba a hacer o no lo que había pedido, aceptó inmediatamente.
Als die Dame nun sah, wie sich die beiden mit ihren jeweiligen Schwertern gegenüber standen, stieg
sie aus der Kutsche und bat Don Quijote, das Leben
ihres Schildknappen zu verschonen. Hieraus schloss
Don Quijote, dass die Dame ihn schon als Sieger der
Schlacht betrachtete, was sein Herz unendlich berührte, denn es gibt nichts Süßeres auf der Welt, als
von einer schönen Dame für einen Helden gehalten
zu werden. Er ließ sich also dazu herab, den Schildknappen am Leben zu lassen, verlangte aber als
Gegenleistung, dass sie nach Toboso gehe und sich Dulcinea vorstelle, was diese, entweder aus Angst
oder weil sie wusste, dass dieser Verrückte ohnehin
nicht nachprüfen konnte, ob sie dies tun würde oder
nicht, sofort zu tun versprach.